El esqueleto humano cuenta con 206 huesos. Nuestros huesos comienzan a desarrollarse antes de nuestro nacimiento. En las etapas iniciales, el esqueleto está formado por cartílago flexible, pero en pocas semanas comienza el proceso de osificación. Durante la osificación, el cartílago es reemplazado por depósitos duros de fosfato de calcio y colágeno, los dos componentes principales de los huesos. Este proceso se completa en aproximadamente 20 años.
Los huesos de los niños y los adolescentes son más pequeños que los de los adultos y cuentan con "zonas de crecimiento" denominadas placas de crecimiento. Estas placas están conformadas por columnas de células de cartílago que se multiplican, aumentan su longitud y, más tarde, se convierten en hueso mineralizado duro. Estas placas de crecimiento son fáciles de detectar en una radiografía. Dado que las niñas maduran antes que los niños, sus placas de crecimiento se transforman en hueso duro a una edad más temprana.
La construcción de huesos continúa a lo largo de la vida, ya que nuestro cuerpo renueva y da forma constantemente al tejido vivo de los huesos. Los huesos contienen tres tipos de células: los osteoblastos, que forman nuevos huesos y ayudan a reparar los daños; los osteocitos, que transportan nutrientes y desechos desde y hacia los vasos sanguíneos presentes en los huesos, y los osteoclastos, que desgastan el hueso y ayudan a darle forma. Los osteoclastos son sumamente activos en los niños y adolescentes, y trabajan sobre los huesos mientras se modifican por el crecimiento. También desempeñan un papel importante en la reparación de fracturas.
Los huesos están formados por calcio, fósforo, sodio y otros minerales, así como la proteína colágeno. El calcio es necesario para que los huesos sean duros, lo que les permite soportar nuestro peso. Los huesos también sirven para almacenar calcio y liberan parte en nuestro torrente sanguíneo cuando se necesita para otras partes del cuerpo. Las cantidades de ciertas vitaminas y minerales que comemos, en especial vitamina D y calcio, afectan en forma directa la cantidad de calcio almacenado en los huesos.
La médula blanda que se encuentra en el interior de los huesos es el lugar en el que se fabrican la mayoría de las células sanguíneas que fluyen a través de nuestro cuerpo. La médula contiene células especiales denominadas células madre, que producen los glóbulos rojos y las plaquetas. Los glóbulos rojos transportan oxígeno hacia los tejidos del cuerpo y las plaquetas ayudan a coagular la sangre cuando una persona sufre un corte o una herida.
Los huesos están formados por dos tipos de material: hueso compacto y hueso esponjoso. El hueso compacto es la parte sólida, dura y externa del hueso. Tiene el aspecto del marfil y es sumamente resistente. En su interior, hay orificios y canales, que llevan los vasos y nervios desde el periosteo, la membrana que cubre el hueso, hasta las partes internas. El hueso esponjoso, que parece una esponja, se encuentra dentro del hueso compacto. Está conformado por una red, similar a una malla, de pequeños trozos de hueso denominados trabéculas. Los espacios de esta red están llenos de médula roja, que se encuentra principalmente en los extremos de los huesos, y de médula amarilla, que es principalmente grasa.
Los huesos están sujetos a otros huesos por medio de largas bandas fibrosas, denominadas ligamentos. Los cartílagos, una sustancia flexible y gomosa de nuestras articulaciones, sostienen a los huesos y los protegen en las partes donde se friccionan entre sí.
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